En los años 50, Europa vivió una grave crisis petrolera tras la crisis de Suez. El alto coste del combustible hizo que muchas familias buscaran vehículos más pequeños, eficientes y asequibles. Fue entonces cuando Sir Alec Issigonis, un visionario diseñador británico, ideó el Mini, lanzado en 1959 por la British Motor Corporation (BMC).
El diseño del Mini no solo buscaba ahorrar espacio y combustible, sino que también revolucionó la industria automovilística. Fue uno de los primeros coches en emplear un motor transversal con tracción delantera, una configuración que permitía aprovechar al máximo el espacio interior. Este diseño innovador permitía que el 80% del espacio del coche estuviera destinado a los pasajeros y el equipaje, algo que no se había visto antes.
El Mini no tardó en convertirse en un éxito de ventas. Su pequeño tamaño lo hacía perfecto para las calles europeas, mientras que su precio asequible lo ponía al alcance de muchas familias. Pero lo que realmente lo distinguía era su carácter único: divertido, versátil y lleno de personalidad.