Aunque fue diseñado como un coche urbano, el Mini demostró que también podía competir con los grandes.
En 1964, el Mini Cooper S hizo historia al ganar el Rally de Montecarlo.
A pesar de enfrentarse a coches mucho más potentes, su tamaño compacto y su excepcional manejo lo hicieron imbatible en las curvas cerradas y terrenos difíciles.
El Mini ganó el rally nuevamente en 1965 y 1967, consolidándose como un coche de competición inesperado.
Aunque en 1966 fue descalificado por supuestas irregularidades en los faros, muchos consideran esta decisión injusta y creen que el Mini debería haber ganado ese año también.
Estas victorias no solo le dieron fama mundial al Mini, sino que también demostraron que, a veces, las mejores cosas vienen en paquetes pequeños.
Hoy en día, los entusiastas del Mini siguen celebrando su legado en el automovilismo, participando en rallies y competiciones en todo el mundo.